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Dédalos, una interpretación musical de una obra plástica.

    Sergio Berlioz, compositor y director de orquesta. Autor de seis sinfonías, once cuartetos de cuerdas, conciertos para flauta, oboe, guitarra, piano, clavecín y violoncello, así como obras corales y orquestales. Director titular de la orquesta de cámara Ensamble Contemporáneo Independiente.

    En encuentro con una obra madura, refinada, sólida y propositiva como es el mundo pictórico de la artista plástica Patricia Fabre es por demás decirlo, asombroso e inesperado, pues nada lo precede y nadie lo anticipa. Es, como todo hecho singular en un mundo plural en la búsqueda de lo homogéneo, un acto de rebeldía pactada a partir de dos elementos: honestidad del yo interno y el dominio del oficio.

    Más ¿quién lo iba a saber? Tenía el gusto de conocer a Patricia Fabre desde 1995, cuando era asidua asistente a mis cursos, conferencias y conciertos en la ciudad de Puebla, pero desde el 2009 me enteré que también pintaba. También es el término exacto, porque a los largo de mi vida profesional, por mis cursos de apreciación artística, mucha gente se ha acercado a mostrarme y a pedir mi opinión sobre sus composiciones, pinturas, esculturas, cuentos y novelas, confiando en mi criterio estético.

    Pero esta singular dama no sólo me compartió un par de CDs de su obra, que pobremente aprecié por la baja calidad que suelen tener las reproducciones gráficas y en video de las creaciones plásticas, y éste era el caso, y aún peor, insistía la novel pintora en que conociera su taller para mostrarme los originales. Finalmente la visité a principios de 2010, esperando encontrar una vez más la producción típica del artista amateur… pero estaba totalmente equivocado: estaba frente a una obra realizada con plena solvencia técnica y de valía. Mi entusiasmo por encontrar este tesoro estaba avalado por otras opiniones de verdaderos especialistas que vinieron después a petición mía y que confirmaron que no estaba errado, por lo que se procedió a la elaboración de una monografía de sus obras principales, acompañadas de textos alusivos a las mismas, en donde yo también participé con un bosquejo biográfico de la artista. Pero durante la redacción de mi trabajo y ser testigo de las otras participaciones yo ya estaba tocado como compositor por sus laberintos y reaccioné como sólo puedo hacerlo cuando me es impulsada mi fibra más íntima: haciendo en sonidos donde la palabra cotidiana no puede llegar.

    Tenía ante mí una tarea poco común, realizar una “traducción”, como lo definiría George Steiner, de un campo artístico a otro, así que para darle todavía un mayor giro multidireccional, invité a mi amigo, el poeta argentino Alejandro Arzumanián, a escribir un poema después de mostrarle entusiasmado, fotografías de mucho mejor calidad (destinadas para la publicación del libro) del trabajo de Patricia Fabre. Partiendo de este texto, inicié un recorrido musical de mis impresiones de la obra de la pintora, cuyo pretexto para el estímulo creativo tanto del poema como de la música, eran sus caminos, veredas y laberintos, motivos recurrentes en muchas telas, por lo que se decidió titular la naciente obra como Dédalos, que procede de su raíz griega “daídalos”, cuya traducción es laberintos y su referencia mitológica al célebre artesano y arquitecto del Laberinto de Creta: Dédalo, el padre de Ícaro y Yápide.

    Aquí el poema DE Alejandro Arzumanián que le puse música:
    Por imposibles espacios
    De rosa o de mármol,
    Dédalos
    Que alan en las brumas
    Briosos y arcanos velos:

    Por la sangre que somos
    En el fulgor del fuego,
    Más errantes que reales,
    Más épicos que sutiles,
    Por los tesoros ocultos
    Del día y de la noche:

    Dédalos en nuestra frente
    Desde el fondo de los tiempos.
    Por el prisma de los mares
    Que fluyen por las calles,
    Por el olvido que nos repite
    De luces y opacidades,
    Por el espejismo que mora
    Bajo Sábanas ardientes:

    Por siempre Dédalos
    Desde el fondo de los tiempos
    En nuestra frente.

    Una vez establecido esto (porque el texto siempre precede a la música cuando éste existe y más cuando el texto se vuelve “necesario” y punto de partida que define su tratamiento musical) y antes de darle la justa sonoridad a las palabras de Arzumanián, faltaba la dotación instrumental que se requería para hacerlo tangible en dimensión y color (porque los instrumentos son como los colores en la paleta de un pintor). ¿Qué veía en los cuadros de Patricia Fabre? Detrás de la aparente abstracción que captamos en el primer momento, tenemos sombras, figuras fragmentadas y sesgadas que recorren caminos, las cuales creemos reconocer pertenecientes a un mundo familiar de la artista y de nuestro entorno, como son siluetas humanas y objetos comunes de la vida diaria, por lo tanto me enfrentaba a un mundo íntimo, cerrado en su dinámica y abierto al firmamento al ser transitado por sus personajes. No podía ser una obra coral y menos aún utilizar una gran orquesta, además de las limitantes del lugar del estreno (el patio español de la Casa del caballero águila, en Cholula), así que opté por la formación musical camerística por excelencia, el cuarteto de cuerdas, (dos violines, viola y violoncello), pero ¿por qué ésta formación y no otra, como el Trío con piano, una sonata para violín o violoncello con piano, etc.? Porque el cuarteto de cuerdas tiene la particularidad de ampliar o retraer el discurso musical, formando un arco expresivo que va desde el susurro hasta sonoridades que casi igualan a una orquesta de cuerdas completa, sin perder en ningún momento la introspección de una aventura que se dice a voz baja, como son los grandes secretos del mundo.

    Por otra parte, consideré la participación vocal debía de ser cantada por una soprano, porque no dejaba de sentir que el poema de Arzumanián contenía una evocación sonora femenina, un alter ego de la voz de Patricia Fabre o cercana a ella (Patricia Fabre tiene voz de mezzosoprano), ya que yo necesitaba una voz que planeara sobre y no entre las cuerdas, por lo tanto forzosamente más aguda y que con ello el público pudiera seguir las palabras como un gran monólogo que es comentado, ampliado y multiplicado por el cuarteto de cuerdas; naciendo así mi Décimo cuarteto de cuerdas con soprano Opus 52, una singular y poco común formación que tomé prestada de Arnold Schönberg (1874-1951), y su Segundo cuarteto de cuerdas con soprano Opus 10 (1907-8); pero a diferencia de ésta obra del compositor austríaco, quien utiliza a la soprano hacia el final del cuarteto con poesía de Stefan George, en mi composición la soprano participa en toda la obra, porque ésta nace del poema cantado que transita a través del cuarteto de cuerdas, el cual viene a ser sus sendas, como los personajes apenas sugeridos y sus laberintos en la pintura de Patricia Fabre.

    El resultado final es una multiplicación sensorial y emotiva del trabajo pictórico que habita en el espacio, por medio de un poema que lo traduce en palabras y una música que lo amplía aún más en esta aventura que viaja en el tiempo.

    La obra se estrenó finalmente en el lugar señalado, con la entusiasta participación del Cuarteto de cuerdas Fundamental y la extraordinaria soprano poblana Elisa Ávalos, dentro de la exposición que dio la mayoría de edad artística a Patricia Fabre, organizada por la UDLAP en febrero de 2011 (la obra puede ser apreciada en la página de Fomarte en Youtube).