Por Berta Taracena. Historiadora y Critica de Arte
Las obras recientes de Patricia Fabre contienen la sorpresa de un humor alegre y reflexivo usado como nuevo elemento en la trayectoria de esta pintora fina y segura, que sabe manejar la abstracción y la figuración con ritmo y elegancia.
Para ella las formas son como seres fantásticos de un mundo imaginario que habitan un espacio geométrico muy bien estructurado.
La suya es de esa clase de expresión plástica que escapa la categoría o género: simple experimento del artista es su ruta de aciertos.
Con alegría y gracia, Patricia Fabre se refiere con rica fantasía a cosas y sucesos cotidianos, unos más claros que otros, casi nunca laberínticos, siempre interesantes. Su lenguaje plástico, representa una exploración entusiasta y propositiva del mundo circundante y deja que la precisión de sus conceptos estéticos se haga evidente entre el mundo tal como existe, el mundo tal como lo quiere ver el artista y el mundo tal como lo quieren ver los espectadores.
Las obras actuales embellecidas con esa caligrafía de negras líneas donde juegan rayos de luz, grafismos, tonos, colores y otros recursos de la invención moderna, muestran la destreza que Patricia Fabre ha llegado a alcanzar como pintora, revelación ya indiscutible para aquellos que han seguido el desarrollo de su trabajo con devoción.
Con el tiempo, esta artista le ha conferido a su obra una visión de elocuencia y complejidad que conjuga el lenguaje de la cultura con el idioma plástico de los temas y los estilos que penetra. Esto ya se apunta en la fuerza de expresión de su primera época cuando apuntaba a sus líneas iniciales y ha cobrado mayor autoridad y poesía, a medida que sus escrituras se ajustan a los cambios de su propio desarrollo y a las exigencias del medio circundante.
Se trata de una artista que encuentra sus motivos en la estratósfera de los sentimientos, del intelecto y del espíritu, expresiones de su personalidad que la han llevado a conjugar lo abstracto con lo figurativo y ahora un neoconcretismo que combina elementos de todas sus tendencias y también del medio ambiente que la rodea, si se consideran sus pinturas en barro, en cerámica o en madera, excelentes objetos de arte-objeto, que revelan la influencia de las artes populares y las artesanías de Puebla.
Puebla y sus maravillas, como el barroco y el churrigueresco también se dejan sentir con increíble ligereza y numen, en grandes serie de dibujo y pintura como Rotunda oriundez, Dédalos, Hilos de fuego, Críptico devenir, obras que congenian fácilmente con la morfología del arte del siglo XXI a través de la caligrafía amena y significativa que ha llegado a ser querida por el público en las exposiciones de Patricia Fabre. Se trata de relatos en los cuales líneas, colores, ritmos, texturas y recursos de truco permiten que la artista se revele y se confiese.
En este modo de neofiguración, la pintura resulta más compleja que una obra teatral porque los personajes interpretan el juego de apariencia y realidad, de la fantasía que interviene en la realidad de la vida, con más variadas dimensiones y acentos que los que los actores humanos pueden alcanzar.
Por su parte, la historia del arte muestra cómo los artistas pasan de lo imperativo a lo abstracto y vuelven a iniciar el ciclo. Este recorrido no es fortuito, obedece a la tendencia del mexicano – fuertemente influido por la observación del cosmos en el periodo prehispánico y en el virreinal – a seguir el sentido del Universo, buscando la unidad en todo momento. Relacionada con estos antecedentes, según se deriva su fina sensibilidad, Patricia Fabre es una artista que sabe desplazarse de lo diverso a lo uno. Para ella descubrir la estructura de las cosas es tan natural, como expresar su principio de unidad lo cual la enriquece como creadora de vigoroso lenguaje y cosmovisión.
En su catálogo, obras como Catarina mártir y otras cuyos títulos deben aparecer además de su clave, a saber, VERT36, GUMA09, PRCH15, TUT44, GRLI92, PAF21, ARI80, y otras, han sido transmutadas en fantasías con influencia de los diversos puntos contendientes en el arte de hoy, abstracto, dada, op, pop, instalación, performance y resultan la coreografía de íntimas pretensiones en una interminable danza de posturas, que imitan posturas que son a su vez imitaciones de algo imaginado.
El valor del cambio en el desarrollo de la obra de una artista, es que la búsqueda inteligente la hace descubrir nuevas dimensiones. Buena técnica, noción de la alegría y espíritu perturbador, contienen estos conjuntos.
Por último, en el libro Patricia Fabre publicado en 2011 aparece al final de las páginas, la fotografía Niña. Circa 1955, mirando al horizonte en un paisaje de Michoacán. La fotografía es sugestiva de un espíritu poético. La niña ¿habrá́ cumplido sus sueños?