Por María Fernanda Matos Moctezuma.
Patricia Fabre aborda el muralismo a partir de las técnicas de reproducción digital, para hacer de un pequeño dibujo un gran cosmos de líneas, que en su reiteración, semejan la sonoridad de un eco multiplicado.
Sin acudir a la retórica y sin más recurso que la finura de su dibujo, interviene el espacio vacío de la antigua sala hospitalaria de San Pedro, para transformarla en un recinto que invita al silencio, a pesar de los numerosos elementos que aparecen en la equilibrada complejidad de su composición.
Sus grafismos se articulan de acuerdo a un ordenamiento secuencial, que se repite una y otra vez, hasta armar un entramado interminable, rítmico y cadencioso, que apela a los valores estéticos del arte abstracto para ofrecer al visitante la posibilidad de encontrar en ellos, significados infinitos.
El conjunto de curvas y rectas, planos y colores, da lugar a un barroquismo que dialoga con la arquitectura del edificio virreinal, para establecer un ejercicio singular de temporalidades, en el que el abstraccionismo del lenguaje pictórico se integra –sin oponerse– a la antigua estructura del viejo pabellón.
Tres figuras trabajadas bajo el mismo esquema, parecen invitar al público a perderse en el interior de la sala y a descubrir en esa realidad simbólica los recursos sin límite, que ofrece la imaginación.